Nadie podrá imaginar jamás la alegría que embargó a Sábato Simón Rodia; un trabajador de la construcción, albañil y artista italoamericano inmigrante, cuando firmó las escrituras de propiedad de un modesto terreno que, de ser un predio anónimo en la periferia de Watts en Los Ángeles, California, pronto se convertiría en un lugar famoso hacia el cual hoy día se realizan excursiones turísticas.
Hacía un calor insoportable aquel día. Rodia se abanicó con los documentos que acababa de registrar ante el notario. "Parece el fin del mundo", razonó. Por esa razón aquel día, además de encerrar un enorme significado sentimental para su vida, sería inolvidable.
Desde ese mismo día comenzó a trabajar febrilmente en un proyecto que inició como una semilla sembrada en su corazón. Se entregó a él día y noche, sin ceder al cansancio. Lo hizo así por espacio de treinta y tres años. Utilizó desde cristales rotos y cerámicas hasta botellas y setenta mil conchas de mar. Toda una obra de arte. Rodia comenzó a construir las Torres Watts o, como él las llamó.
Nuestro Pueblo, en 1921, pero no las completó hasta 1954. Con frecuencia fueron destrozadas por los vecinos, otras tantas el cansancio pudo desanimarlo, pero eso no fue impedimento para seguir adelante con su proyecto. Al final Simón Rodia vio coronados sus anhelos, vio como la semilla sembrada un día en su corazón dio fruto y su proyecto llegó a feliz término. Las Torres Watts estaban terminadas.
Las Torres Watts son un conjunto de 17 torres escultóricas interconectadas, que fueron declaradas como Monumento Histórico Nacional y Monumento Histórico de California en 1990. También son un Monumento Histórico-Cultural de Los Ángeles y uno de los nueve sitios de arte popular que figuran en el Registro Nacional de lugares históricos en Los Ángeles.
Ante una obra de tal magnitud otros habrían desistido ante el primer fracaso. Pero Rodia no se rindió. Siguió firme hasta el final. Había medido el alcance de su proyecto y no se daría tan fácilmente por vencido. Su semilla debía germinar. Todo lo había calculado cuidadosamente.
Es probable que usted razone sobre el sinnúmero de veces en que concibió una idea pero, habiéndola puesto en marcha con sus propias fuerzas y capacidades, terminó en fracaso. ¿Recuerda alguna ocasión así? Aprendió entonces una lección que en lo sucesivo no puede desconocer.
Lo mejor, para no equivocarnos, es someter a Dios nuestros proyectos e iniciativas. Cuando llevamos a su presencia cada proyecto, en oración, y sentimos paz, es porque frente a nosotros y, como si se tratara de un aviador que va a tomar pista en un aeropuerto, tenemos luz verde.
Porque, ¿Quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla?
No sea que después que haya puesto el cimiento, y no pueda acabarla, todos los que lo vean comiencen a hacer burla de él, diciendo: Este hombre comenzó a edificar, y no pudo acabar.
Lucas 14:28-30